Las expediciones de conquista de los Polos Norte y Sur nos han fascinado siempre principalmente porque son historias que combinan relatos de aventura en condiciones extremas con sacrificio humano y tragedia a partes iguales.
La conquista de los polos, la llegada a esos dos puntos geográficos tan alejados y distintos de todo aquello que conocemos y que nos es familiar, han llenado páginas de libros que coleccionamos y atesoramos en casa con cariño. Son lugares remotos e inhóspitos donde nada crece, donde la noche dura meses y donde se registran temperaturas imposibles. Pero hay otros lugares que también han sido objeto de tanta pasión y sacrificio como nuestros queridos polos. Aunque quizás a primera vista estos otros lugares puedan parecernos menos románticos y quiméricos, han sido testigos de innumerables hazañas épicas que superan a veces a aquellas otras que conocemos tan bien.
En este caso, me estoy refiriendo a un lugar donde no se puede plantar una bandera porque no se trata de un punto concreto que se pueda marcar en un mapa con una X como la cima de una montaña o los dos puntos donde todos los meridianos de la tierra confluyen. Este lugar del que os hablo es una ruta marítima ubicada a latitudes superiores a los 70º Norte, cuya utilización supondría acortar miles de kilómetros las tradicionales rutas comerciales existentes que unen el oceano Atlántico con el Pacífico. Éste "pasaje", ubicado al norte de Canadá, está formado por un conjunto de estrechos y canales que rodean las heladas islas del archipiélago Canadiense. Esta ruta se ha venido denominando desde hace tiempo como el pasaje del Noroeste, aunque siglos atrás ha tenido otros nombres muy distintos.
La conquista de los polos, la llegada a esos dos puntos geográficos tan alejados y distintos de todo aquello que conocemos y que nos es familiar, han llenado páginas de libros que coleccionamos y atesoramos en casa con cariño. Son lugares remotos e inhóspitos donde nada crece, donde la noche dura meses y donde se registran temperaturas imposibles. Pero hay otros lugares que también han sido objeto de tanta pasión y sacrificio como nuestros queridos polos. Aunque quizás a primera vista estos otros lugares puedan parecernos menos románticos y quiméricos, han sido testigos de innumerables hazañas épicas que superan a veces a aquellas otras que conocemos tan bien.
En este caso, me estoy refiriendo a un lugar donde no se puede plantar una bandera porque no se trata de un punto concreto que se pueda marcar en un mapa con una X como la cima de una montaña o los dos puntos donde todos los meridianos de la tierra confluyen. Este lugar del que os hablo es una ruta marítima ubicada a latitudes superiores a los 70º Norte, cuya utilización supondría acortar miles de kilómetros las tradicionales rutas comerciales existentes que unen el oceano Atlántico con el Pacífico. Éste "pasaje", ubicado al norte de Canadá, está formado por un conjunto de estrechos y canales que rodean las heladas islas del archipiélago Canadiense. Esta ruta se ha venido denominando desde hace tiempo como el pasaje del Noroeste, aunque siglos atrás ha tenido otros nombres muy distintos.
El pasaje del Noroeste, es una ruta que de forma caprichosa y aleatoria resulta a veces navegable, pero que en la gran mayoría de las ocasiones se encuentra total o parcialmente obstruido por el hielo. La navegación a través de él resulta entonces imposible para cualquier barco si exceptuamos a los barcos rompehielos, aunque a veces ni siquiera éstos pueden atravesarlo.
Imagen Satélite NASA |
Encontrar un paso navegable por el norte de Canadá se convirtió en una obsesión para los ingleses, una especie de Grial inalcanzable que tuvo su apogeo durante el siglo XIX, donde las expediciones se multiplicaron de forma exponencial. Muchos fueron los que promovieron con entusiasmo realizar estos viajes de descubrimiento, pero quizás de entre todos ellos, el nombre de John Barrow, segundo secretario del Almirantazgo Británico, despunte por encima del resto. Su nombre estará para siempre ligado al del pasaje del Noroeste a pesar de que su muerte se produjera apenas unos años de que éste fuera finalmente atravesado de punta a punta por uno de sus compatriotas. John Barrow pasó sus cuarenta años de servicio al gobierno seducido por éste mortal canto de sirena y finalmente se fue de este mundo sin ver satisfechas sus ambiciones.
La apertura de ésta ruta permitiría a Inglaterra alcanzar sus puestos comerciales al otro lado del mundo en mucho menos tiempo de lo que habitualmente les costaba llegar. La distancia para llegar a Japón se acortaría unos 6.000 km con respecto a las alternativas existentes a través del cabo de Hornos o del cabo de Buena Esperanza. No se trataba pues de la mera persecución de un sueño fantasioso de explorador a la que la Marina Real Británica se hubiera querido sumar, sino que existían fuertes intereses comerciales que suscribían el adherirse dicha persecución.
John Barrow |
En realidad no existe un único paso a través del laberinto de islas que conforma el archipiélago, sino que existen varios caminos posibles que permiten atravesarlo, pero todos igual de traicioneros y peligrosos. Como en todo buen laberinto de fábula, alcanzar los tesoros que se esconden a su otro lado, supone tener que lidiar y enfrentarse a los habituales peligros inherentes a éstos. En este caso, al Minotauro de las regiones árticas. Dícese: temperaturas extremas, osos polares, escasez de alimentos frescos que desembocan en brotes de escorbuto, aislamiento, etc.
Sus pasadizos de agua forman a veces trampas mortales, callejones sin salida que enormes masas de hielo bloquean a sus espaldas atrapando en su interior a aquellos más atrevidos que se aventuraron quizás demasiado lejos. En estas ratoneras heladas se tuvieron que abandonar muchos barcos. Muchos exploradores han perdido allí la vida, pasando con suerte a ocupar alguna solitaria tumba helada excavada en el permafrost. En estas neveras naturales, sus cuerpos permanecen incorruptos durante siglos transportando en el tiempo a sus moradores, desde el instante en el que fueron enterrados hasta la actualidad. Seguramente este infame pasaje ha arrebatado más almas que las que se ha cobrado la conquista de los polos a lo largo de toda la historia .
HMS Terror-Expedición de George Back |
El calentamiento global podría cambiar dramáticamente ésta situación, y el pasaje podría en un futuro ser permanentemente navegable en el plazo de tan solo unos cuantos años, lo que probablemente desataría un conflicto de escala internacional, ya que no está del todo claro a quien pertenece la soberanía y control de sus aguas. Éstas, de no ser consideradas como internacionales, estarían disputadas por los países por los que transcurre, Estados Unidos y Canadá. Pero no estamos aquí para hablar de geopolítica o acerca del cambio climático, sino sobre todo, de exploradores y sus descubrimientos. Contar la historia completa del descubrimiento del paso del Noroeste implicaría escribir un libro completo acerca de él y seguramente todavía nos quedarían cosas en el tintero, por eso en esta publicación solo daré alguna pincelada al respecto.
Las primeras flirteos con el pasaje comenzaron durante el siglo XVI, poco después de que Cristobal Colón llegara a las Américas. Fuimos también los españoles los culpables de introducir el "virus del pasaje del noroeste" en las mentes de toda Europa en aquella época. En 1539 Francisco de Ulloa, fue enviado desde Méjico hacia el norte por Hernán Cortés para explorar la costa oeste de América.
Francisco pronto se topó con la península de California y se introdujo por la abertura de entrada al Golfo de California. A pesar de que llegó a navegar hasta el extremo norte del golfo, no acertó en su viaje a concluir que aquella enorme masa de agua se tratase realmente de una bahía. No tuvo reparos, por tanto, en plantear la posibilidad de que aquel descubrimiento podría ser en realidad la entrada occidental a un pasaje que cruzara todo el continente Americano ¿porqué no? y que éste, lógicamente tenía que desembocar en el golfo de San Lorenzo, ubicado al sur de la península del Labrador donde ahora se ubica Quebec. Sería aquel, el origen del mito, había nacido el que se denominaría Estrecho de Anián que posteriormente pasaría a ser llamado el Pasaje del Noroeste.
Existen otros nombres de paisanos nuestros, como el de Juan de Fuca (1592) o Lorenzo Ferrer Maldonado (1588), que realizaron viajes con posterioridad al de Ulloa y que están también ligados al descubrimiento de éste mítico pasaje. Juan de Fuca afirmó haber navegado durante veinte días por un estrecho, ubicado a una latitud de 47ºN, que desembocaba en el llamado "mar septentrional", un estrecho que pasó a denominarse el estrecho de Juan de Fuca. El "mar septentrional", al que aludía Juan de FUca no era más que otro mito de la época que hablaba de la existencia de un mar navegable, libre de hielos, ubicado alrededor del polo norte geográfico. El mito era de tal calibre que también hablaba de la presencia de una enorme roca magnética ubicada en el mismo polo. La llamada "Rupes nigra et altisima".
Lorenzo Ferrer Maldonado por su parte afirmaba haber atravesado en el transcurso de un mes el famoso estrecho. Esta vez entrando por su lado oriental , la bahía de Baffin. Maldonado afirmó haber disfrutado siempre de luz del día, incluso por la noche, y de haber experimentado temperaturas suaves. Los relatos de Lorenzo Ferrer y Juan de Fuca serían las semilla que llevarían a Malaespina a explorar de nuevo la costa oeste de América en 1792.
Por desgracia, sus aparentes logros merecen dudosa credibilidad ya que están envueltos en una espesa bruma de controversia y confusión. La incertidumbre es tal, que incluso existe la duda de si el propio Juan de Fuca llegó a existir realmente o si en realidad se trata tan solo de un personaje de ficción. Respecto a Lorenz Ferrer, el mismo con su bizarro comportamiento dinamitó su propia credibilidad. Pero, en fin, que éstas son historias en las que algún día profundizaremos debidamente.
Ahora volvamos a nuestro querido pasaje, al verdadero. La entrada clásica por su lado este se efectúa a través del estrecho de Lancaster. Se trata de una escurridiza y ancha apertura de unos 70 km de ancho ubicada en la costa oeste de la bahía de Baffin entre la isla de Devon y la tierra de Baffin. Una entrada imposible de pasar por alto y que, teóricamente, debería haber invitado a aquellos exploradores que navegaran en sus proximidades a adentrarse por ella. Fue descubierta por William Baffin allá por el año 1616, pero Baffin no llegó a penetrar por ella, ni nadie más lo intentaría durante los próximos 200 años.Francisco pronto se topó con la península de California y se introdujo por la abertura de entrada al Golfo de California. A pesar de que llegó a navegar hasta el extremo norte del golfo, no acertó en su viaje a concluir que aquella enorme masa de agua se tratase realmente de una bahía. No tuvo reparos, por tanto, en plantear la posibilidad de que aquel descubrimiento podría ser en realidad la entrada occidental a un pasaje que cruzara todo el continente Americano ¿porqué no? y que éste, lógicamente tenía que desembocar en el golfo de San Lorenzo, ubicado al sur de la península del Labrador donde ahora se ubica Quebec. Sería aquel, el origen del mito, había nacido el que se denominaría Estrecho de Anián que posteriormente pasaría a ser llamado el Pasaje del Noroeste.
Estrecho de Anian |
Rupus Nigra |
Por desgracia, sus aparentes logros merecen dudosa credibilidad ya que están envueltos en una espesa bruma de controversia y confusión. La incertidumbre es tal, que incluso existe la duda de si el propio Juan de Fuca llegó a existir realmente o si en realidad se trata tan solo de un personaje de ficción. Respecto a Lorenz Ferrer, el mismo con su bizarro comportamiento dinamitó su propia credibilidad. Pero, en fin, que éstas son historias en las que algún día profundizaremos debidamente.
Mapa de la Bhía de Baffin por William Baffin |
Bahía de Baffin- Mapa de John Ross |
Estrecho de Lancaster con sus Croker Mountains cerrando el paso. |
Croker Mountains por John Ross |
Fue un año después cuando William Edward Parry, su segundo de abordo durante aquella primera expedición, cogió el testigo y en 1819 forzó a sus dos barcos, a atravesar aquel espejismo que Ross había creído ver cerrando el estrecho. Parry batió el record de longitud oeste. Se adentró mil kilómetros por aquel impresionante pasaje hasta alcanzar la isla Melville, ubicada prácticamente en la salida oeste del pasaje. Allí, sus barcos fueron incapaces de avanzar un kilómetro más debido a la inmensa cantidad de hielo procedente del norte que atascaba la salida. No pudo regresar aquella misma temporada, de manera que se vio obligado a pasar diez largos meses atrapado por el hielo hasta que éste se abrió lo suficiente para dejarle escapar con vida. Parry tuvo mucha suerte, no solo por haber llegado tan lejos, sino también por haber podido escapar indemne de aquella aventura.
Cuarteles de invierno (Winter Harbour) de Parry en la isla Melville |
1819 fue un año particularmente benigno en lo que a formación de hielo se refiere. Pasaron muchos años antes de que la isla de Melville pudiese ser alcanzada desde el este de nuevo. El logro conseguido por Parry excitó la imaginación de Barrow que comenzó a asediar al paso del Noroeste como si de una fortaleza enemiga se tratara. Expedición tras expedición, barcos de exploración (antiguos buques de guerra de la marina acondicionados y reforzados) fueron enviados a estrellarse contra los hielos que llenaban los canales y pasos de agua de aquel particular archienemigo del segundo secretario del Almirantazgo. Incluso John Ross, como hemos visto antes, consiguió fondos suficientes para organizar su particular cruzada contra aquel formidable contrincante. Protagonizó durante los años 1829 a 1833 la que sería una de las más espectaculares historias de supervivencia y perseverancia de la historia de las expediciones polares. John Ross sobrevivió a cuatro largos inviernos árticos perdiendo solo a tres hombres.
Posteriormente, en 1845, John Franklin, protagonizaría también un hecho que daría la vuelta al mundo en todos los periódicos de la época, una noticia que conmocionó al mundo civilizado de la época. No fue un gran logro, sin embargo, lo que estaba en boca de todos después de conocer la noticia, sino una de los mayores catástrofes de la exploración polar. John Franklin había desaperecido como por arte de magia junto a sus dos barcos, el Erebus y el Terror y sus 129 ocupantes mientras trataba de atravesar el pasaje del Noroeste. Houdini habría temblado de envidia ante tal hazaña.
Starvation Cove, representación de Julius Von Payer del final de Franklin y sus hombres. |
El resultado de aquel espectacular despliege de fuerzas, fue por supuesto que el pasaje fue finalmente y efectivamente atravesado. Curiosamente, la travesía sería realizada por primera vez de oeste a este y no de este a oeste como una vez tras otra se había estado intentado. Sería Robert McLure, en 1853, el primero en hacerlo.
Robert McLure por Stephen Pearce. |
Pero, ¿había acabado ahí todo? ¿Que mérito tenía atravesar un pasaje a pie caminando sobre el hielo cuando el objetivo último de éste era demostrar que existía un acceso navegable entre los dos océanos? Sería muchos años después, en 1906, cuando Roald Amundsen, un explorador que seguramente nos resulte mucho más familiar que los anteriores, atravesaría el pasaje en su totalidad a bordo del pequeño, resistente y maniobrable Gjoa.
Gjoa |
Si consideramos que quien debe llevar los laureles de ser llamado el "Descubridor del Pasaje del Noroeste" es aquél que localizó el último eslabón del pasaje del Noroeste, estos laureles estarían aún a día de hoy huérfanos de cabeza soporte, pues siguen siendo disputados por dos personajes que aunque participaron en su exploración, realmente nunca llegaron a atravesarlo. Estaríamos hablando de John Franklin y John Rae, ambos, grandes exploradores que emplearon años de sus vidas en su descubrimiento. De John Rae no he hablado en esta publicación pero podéis profundizar en su historia leyendo el libro (desafortunadamente solo disponible en Inglés) "Fatal Passage" de Ken McGoogan. John Rae, lideró varias expediciones por tierra para localizar la expedición perdida de Franklin, en su empeño, descubrió un pasaje clave, el estrecho de Rae, que terminaba de dibujar el mapa de los descubrimientos hechos hasta la fecha y que completaba el ansiado puzzle. Pero al hacerlo, averiguó también lo que había sido de aquellos pobres diablos. Lo que descubrió, oído de boca de los Inuit que habitaban por la zona donde Franklin había desaparecido, no gustó nada a la sociedad Británica de la época, ya que los relatos que Rae escuchó hablaban de horripilantes prácticas de canibalismo entre los supervivientes.
Rae escuchando las historias de los Inuit acerca de la expedición de Franklin en Repulse Bay |
El aumento de la temperatura de la tierra abrirá éste pasaje tarde o temprano a la libre circulación de enormes barcos mercantes que cruzarán impunemente sus aguas de este a oeste y de oeste a este. Los buques circularán sin temor a ser atrapados y hundidos por la mordaza helada que ha sumergido a tantos de sus predecesores. Pero me temo que la verdadera rentabilidad del pasaje está aún por venir. Desgraciadamente, ésta llegará cuando se empiecen a explotar los yacimientos petrolíferos que sus cuencas han albergado y escondido celósamente durante todo este tiempo, y que hasta ahora, se consideraban inabordables por las condiciones climáticas circundantes.
El pasaje del Noroeste también esconde una apacible belleza que solo algunos pocos afortunados han podido apreciar y disfrutar. Con el tiempo, además de los buques mercantes, más y más cruceros de pasaje también surcarán sus aguas. Quizás pronto alguno de nosotros en breve podamos visitar su quieta magnificencia y maravillarnos ante los cada vez más abundantes yacimientos arqueológicos que actúan como potentes reclamos turísticos. Los restos de los naufragios recientemente hallados de los barcos Erebus y Terror, las tumbas de los marineros incorruptos de la expedición de Franklin enterrados en Beechey island y otros restos encontrados procedentes de la era de la exploración empezaran atraer a turistas de todo el mundo revitalizando una región tan profundamente deprimida como es el ártico Canadiense.
No hay comentarios:
Publicar un comentario